Cada 21 de mayo el mundo rinde homenaje a una de las bebidas más antiguas, populares y beneficiosas para la salud: el té. Esta celebración, proclamada oficialmente por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2019, tiene como objetivo fomentar su producción y consumo, así como crear conciencia sobre su impacto en la erradicación del hambre y la pobreza en el mundo.
Aunque fue reconocida por la ONU hace pocos años, la efeméride se celebra desde 2005 gracias al impulso de grandes países productores como China, India, Sri Lanka, Kenia, Turquía y Japón, que han promovido el valor cultural y medicinal del té en todos los rincones del planeta.
El té tiene raíces profundas tanto en la historia como en la leyenda. Se cuenta que en el año 2737 a.C., el emperador chino Shen Nung, conocido por su estricta costumbre de hervir el agua antes de beberla, descubrió el té por casualidad. Mientras calentaba agua bajo un árbol, una ráfaga de viento hizo caer algunas hojas en el recipiente. El resultado fue una infusión aromática y sabrosa que lo cautivó de inmediato. Aunque no hay evidencia concreta de esta historia, sí refleja el vínculo místico y ancestral que muchas culturas han desarrollado con esta planta.
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