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Audoine Amazan no era un asesino ocasional. Era de Nueva York: aquellas sin hogar, sin protección y sin voz. Su último crimen, el estrangulamiento de Shivonne Thompson en julio de 2025, no fue un acto aislado de violencia, sino el resultado de .

Thompson, de 44 años, era una mujer con esquizofrenia que había luchado durante años contra la falta de vivienda. En 2015, había expresado su temor a morir en las calles de Nueva York, un destino que, trágicamente, se cumplió. Su cuerpo fue encontrado con signos de estrangulamiento y agresión sexual bajo un paso elevado en Harlem. Las cámaras de seguridad capturaron a Amazan acercándose a ella horas antes de su muerte.

Lo que hace a Amazan particularmente peligroso es su historial de violencia contra mujeres en situación de calle. Según la fiscalía, su ADN fue encontrado en el cuello, la vagina y la zona perianal de Thompson, lo que sugiere que la agredió sexualmente antes de matarla. Pero este no era su primer crimen. En noviembre de 2024, una mujer sin hogar denunció haber sido golpeada y agredida sexualmente por un hombre que coincide con su descripción. Aunque la víctima no pudo proporcionar detalles precisos, los investigadores encontraron su ADN en su ropa. Además, se le vincula a otro caso en el que una mujer fue violada en el tejado de un edificio de NYCHA cerca del albergue donde Amazan vivía.

«El acusado tiene antecedentes de atacar a personas cuyas circunstancias vitales les dificultan denunciar su abuso», declaró la fiscal adjunta Danielle Turcotte. Este patrón sugiere que Amazan se aprovechaba de la vulnerabilidad extrema de sus víctimas, sabiendo que eran menos propensas a denunciarlo o que sus denuncias no serían tomadas en serio.

El caso ha expuesto las graves fallas en el sistema de protección a las personas sin hogar en Nueva York. Las mujeres en esta situación son particularmente vulnerables a la violencia, pero a menudo no reciben la ayuda que necesitan. Los refugios están saturados, los servicios de salud mental son insuficientes, y la policía no siempre toma en serio las denuncias de personas en situación de calle. «Es un círculo vicioso de vulnerabilidad», explicó una trabajadora social. «Estas mujeres no tienen a dónde ir, no tienen quién las proteja, y los depredadores lo saben».

Mientras Amazan enfrenta cargos de asesinato en segundo grado, la ciudad se enfrenta a preguntas incómodas. ¿Cómo es posible que un hombre con su historial pudiera seguir atacando a mujeres sin hogar sin ser detenido? ¿Por qué las víctimas como Thompson no recibieron la protección que merecían? El caso ha reavivado las llamadas a reformar el sistema de justicia y a proporcionar más recursos para proteger a las personas en situación de calle.

Pero más allá de las preguntas sobre el sistema, el caso de Amazan plantea una pregunta aún más inquietante: ¿Cuántas mujeres como Thompson han sido víctimas de violencia sin que nadie lo sepa? En una ciudad donde miles duermen en las calles, ¿cuántos crímenes quedan sin denunciar, sin investigar, sin resolver? La historia de Thompson y Amazan es un recordatorio doloroso de que, en las sombras de Nueva York, hay una crisis de violencia contra las más vulnerables que urge ser abordada.

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