El dirigente chavista Diosdado Cabello lanzó este domingo una acusación que podría redefinir el debate diplomático en la región: aseguró que el presidente dominicano Luis Abinader actuó bajo órdenes directas de Estados Unidos para excluir a Venezuela de la próxima Cumbre de las Américas. Las declaraciones, realizadas en su programa Con el Mazo Dando, no solo aumentan la tensión entre Caracas y Santo Domingo, sino que también ponen en entredicho la autonomía de las decisiones de República Dominicana en un escenario donde las presiones geopolíticas suelen pesar más que los consensos regionales.
Cabello, una de las figuras más polémicas del chavismo y sancionado por el gobierno estadounidense, no aportó pruebas concretas para respaldar su afirmación. Sin embargo, su discurso se enmarca en una narrativa de resistencia que el régimen de Maduro ha promovido en los últimos años, donde cualquier exclusión internacional es interpretada como parte de una estrategia de asedio liderada por Washington. «Abinader no es más que un ejecutor de las órdenes de la Casa Blanca. Cuando le dicen que hay que excluir a Venezuela, él no pregunta, obedece», declaró Cabello, utilizando un tono que busca deslegitimar no solo al mandatario dominicano, sino también a cualquier gobierno que no se alinee con Caracas.
La acusación adquiere mayor relevancia si se considera el contexto histórico de la Cumbre de las Américas. En 2022, la exclusión de Venezuela, Cuba y Nicaragua generó un boicot sin precedentes, con mandatarios como Andrés Manuel López Obrador (México) y Alberto Fernández (Argentina) negándose a asistir en señal de protesta. Si la versión de Cabello es cierta, República Dominicana estaría repitiendo el mismo patrón, pero con un agravante: un país que ha buscado posicionarse como un puente entre bloques estaría cediendo a presiones externas, lo que podría dañar su imagen como actor neutral en la política regional.
Hasta ahora, el gobierno dominicano no ha emitido una respuesta oficial a las declaraciones de Cabello. Sin embargo, fuentes diplomáticas consultadas señalaron que las decisiones sobre la participación en la cumbre se toman en consulta con los países anfitriones, en este caso, Canadá y Estados Unidos, quienes históricamente han tenido la última palabra en materia de invitaciones. Esto refuerza la percepción de que, más allá de las voluntades individuales, la Cumbre sigue siendo un espacio donde los intereses geopolíticos prevalecen sobre los regionales, lo que debilita su legitimidad como foro de diálogo hemisférico.
Lo que está en juego no es solo la participación de Venezuela, sino el futuro de la Cumbre de las Américas como un espacio que pretenda representar a toda la región. Si la edición de 2026 repite el esquema de exclusiones de 2022, es probable que varios países repliquen el boicot, profundizando la división entre quienes defienden una América Latina soberana e integrada y aquellos que priorizan la alineación con Washington. En este contexto, las acusaciones de Cabello no solo buscan presionar a Abinader, sino también movilizar a la opinión pública en contra de lo que el chavismo denomina «una nueva forma de colonialismo». La pregunta que queda en el aire es si, esta vez, la región estará dispuesta a romper con el guion o si, una vez más, la cumbre terminará siendo un reflejo de sus fracturas internas.